~ Capítulo 5 ~

sábado, 5 de octubre de 2013

Los días pasaron lentos para Eleonor… Como ella supuso, los Di Lorenzo no se iban a ir pronto de allí y como era de esperar, ella tenía que estar a cargo de Ettore. Desde aquel entonces en el que Ettore le mostró “su apoyo” no volvieron a hablar de dicho suceso, aquel era un periodo de prueba que no estaba aprovechando; ella quería su vida vuelta a la normalidad. Estaba claro que eso no iba a ser posible pronto y esto le hacía ponerse nerviosa ¿Acaso no era su comportamiento causa de rechazo? Cada día que pasaba, Ettore la invitaba a realizar alguna excursión a las afueras de palacio, o a pasear por el jardín pero la situación se hacía insostenible ya que ninguna de sus conversaciones ni acciones desembocaban en lugar alguno.
Por otro lado, Cipriano seguía su tarea diaria pero echaba en falta la compañía de Eleonor leyendo o cantando a su lado, se veía tan obvio que para Adalberto y Giacomo era imprescindible que esta situación se convirtiera en realidad… “¿Por qué?” Se preguntaba Eleonor; ella sabía que la relación con su padre no era todo lo que ella quisiera pero nunca llegó a sospechar que pudiera alzar su mirada hacia delante ignorando todo lo que dejaba a su camino, algo esperanzador le decía que no podía ser de tal manera, algo tendría que haber detrás; enfrentarse a todo esto “sola” no era tarea fácil.

Una mañana, se despertó más temprano de lo habitual, desde su ventana aún se veía el color rojizo del amanecer, los primeros pájaros de la mañana revoloteando y escasas nubes en el cielo, que aún se encontraba adormilado. Intentó dormir sin resultado, cada vez que cerraba los ojos pensaba en qué “tarea” le tocaría hacer hoy, así que, sin gana alguna se levantó y se dispuso a vestirse y peinarse para… ni ella sabía bien para qué.  Abrió su armario de forma inapetente, escogió un vestido de una tela parecida al raso de color vino, largo y sin vuelo alguno; la falda carecía de motivos, estampados o cualquier otra cosa que destacase, pero la parte de arriba estaba adornada con un bonito corsé beige de tirantes cuyo escote, en forma de corazón, estaba rodeado de una finísima puntilla floral. Como zapatos eligió unos de tela beige también atados al tobillo los cuales contaban con una pequeña cuña de esparto. En cuanto a su cabello, lo peinó bien y se hizo una bonita trenza de raíz hacia atrás. Mientras se miraba al espejo, vio un reflejo de su ventana en él y pudo ser capaz de divisar a Cipriano llevando una carretilla con unas hermosas flores lilas que seguramente iba a plantar en la zona de atrás, después de algunos días se atrevió por fin a sonreír orgullosa. Abrió sigilosamente la puerta y bajó de puntillas las escaleras con vísperas de que nadie la oyera y poder ir tranquila a ver qué tan bonitas eran las flores desde cerca y cual era el nombre con el que las habían dotado.

Una vez pudo llegar al jardín, avistó a Cipriano de espaldas y arrodillado en el suelo plantando una de aquellas plantas y se decidió a abrazarle por detrás; más o menos, ya que no quería arrodillarse por si se manchaba el vestido, así que se colocó en cuclillas.

-Buenos días Cipriano –Le dijo Eleonor suavemente al oído.
-¡¡AAH!! –Gritó Cipriano intensamente y reaccionó con un sobresalto intentando levantarse rápidamente.

Eleonor no se esperaba esta reacción y acabó perdiendo el equilibrio cayendo de esta manera al suelo sentada. Cipriano se giró rápidamente para ver que había pasado y encontró a Eleonor en el suelo allí sentada.

-¡Lo siento mucho Eleonor! –Dijo Cipriano con expresión asustada. - ¿Tienes algún mal? –Dijo esta vez agachándose a su altura y examinándola con la mirada.
-Aaaw… Al final terminé por ensuciar la falda. –Dijo en voz baja y ensimismada- No te preocupes Cipriano ha sido una tonta caída, debí suponer que no ibas a reaccionar de forma normal. –Dijo esta vez con una pequeña risita.-
-Que torpe… Dame la mano por favor. –Dijo Cipriano mientras le tendía la mano con gesto arrepentido.
-Enser-- ¡Ah! –Se quejó Eleonor al quitar la mano del césped.-  Creo que me he cortado con al-- …
-¡Déjame a mi Eleonor, no te asustes! Tranquila –Dijo Cipriano alterado mientras le cogía la mano y la inspeccionaba rápidamente.- Vamos a la pila que aclare tu herida con agua, no parece profunda pero si tiene bastante longitud.
-No entiendo cómo ha sido… Creo que al retirar la mano del césped las tijeras estaban abiertas. – Dijo Eleonor algo temerosa mientras le tendía “su única mano útil por el momento” a Cipriano para que la ayudara a levantarse, aquello era propio de una novela romántica, y bastante cursi por cierto.

Juntos fueron hacia la pila que se encontraba a pocos pasos de allí.
Adalberto decía que el jardín de palacio era de su propiedad, sobre todo el jardín de atrás, pero solo por el dinero que él había depositado para comprarlo; por lo demás, Cipriano era su dueño. Él no vivía en las habitaciones que había en palacio reservadas para los empleados, si no que tenía su propia “cabaña” fuera en el jardín. Además, cada uno de los rincones del jardín trasero estaba dulcemente decorado con flores y vegetación varia.
 En el lugar hacia el que se dirigían, había un hierro con forma de arco que se encontraba rodeado por un gran rosal blanco; justo detrás, había un espacio con diferentes elementos para el ocio de Cipriano, pero en un lateral se encontraba la pila, y al lado de ésta una pequeña cesta de esparto donde encontraban algunas ropas de Cipriano y un taburete, utilizado para poder lavarlas.
Eleonor se quedó obnubilada, algunas de aquellas cosas estaban colocadas allí recientemente ya que ella no se había advertido de nada, sorprendiéndole la sutileza con la que estaba todo colocado. Pasaron por el arco y Cipriano le ofreció el taburete para que se pudiera sentar, posteriormente le colocó la mano justo debajo del pequeño grifo donde le limpió la sangre y le colocó un pañuelo rodeando su mano suavemente y con la luz rojiza del amanecer que estaba apunto de terminar, comenzaron a hablar:

-Así que tienes que encargarte tú de Ettore ahora ¿no? –Dijo Cipriano con la mirada seria.
-… -Eleonor suspiró- Si, así es.
-Puedes conversar conmigo sobre ello si quieres. No creo poder ayudarte pero intentaré subvenirte, al fin y al cabo no hay muchas personas con las que puedas hablar en este palacio. –Justo al terminar la frase Cipriano se mordió el labio arrepintiéndose de sus últimas palabras.
-… - Eleonor que estaba algo cabizbaja se determinó a levantar su rostro el cual ya estaba humedecido por sus lagrimas- Es cierto… quizás no sea el momento justo para que transcurran estas cosas aquí, –fue elevando el tono de voz progresivamente- no era tan difícil esperar un poco para pedirme una decisión tan complicada, ni siquiera sé si mi madre estaría de acuerdo con esto, es una atrocidad empezar algo así sin ella sin que yo pueda proferirle una simple palabra ¿Qué pensara ella de todo esto? ¿Acaso espera que ella lo sepa cuando acoja la invitación de boda entre sus manos? ¡TODO ES TAN RUÍN!


Tras lanzar todas sus fuerzas en sus últimas palabras Cipriano le tapó la boca con su mano mientras que su otro brazo rodeaba su cintura.

~ Capítulo 4 ~

sábado, 14 de septiembre de 2013

-Padre, ¿Debes comunicarme algo de mi incumbencia que yo no sepa? –Dijo Eleonor con los ojos bien abiertos y una expresión fría.
-Esto es exactamente como yo me había recelado. En este palacio no se puede mantener ninguna confidencia –Dijo Adalberto inclinando su cabeza hacia arriba, suspirando y volviéndola a colocar en su posición original.- Voy a ser breve y pienso comunicártelo sin preámbulos.
-Así espero que sea padre. Creo que por hoy ha estado bien.
-La verdad es que Ettore está aquí para pedirte matrimonio. En un principio estimaba conveniente que fuera algo concertado, pero pensé que no estaría siendo justo contigo e incluso conmigo mismo. Es por esto que Giacomo y yo concebimos este encuentro como una preparatoria para que ambos os pudierais conocer. Lo único que creo que ha salido mal es que él ya sabía de este encuentro y sus razones, mientras que tu no.
-Padre… -Eleonor cerró los ojos, suspiró y los volvió a abrir, aunque esta vez con sus pestañas rociadas de sollozos.- Esto me parece cuanto menos algo repulsivo. Me siento traicionada y utilizada. ¿De verdad crees que el amor y el destino del corazón de una dama se pueden encauzar de una manera tan simple?  –Dijo Leonor con un quejido final en su pregunta y con un tono de voz más elevado que el inicial.- Me parece una actitud despreocupada ante el futuro de tu hija.
-¡Tienes 17 años Eleonor! –Dijo Adalberto elevando la voz.- Es hora de que encuentres a un caballero que te sustente, de que te establezcas en un lugar y de que intentes ser feliz con ello. La época de tu vida en la que dedicabas tu tiempo libre a pasear por los jardines de palacio es algo que ya ha pasado y que esta totalmente corrompido; ¡no intentes comportarte como tal, cuando debes estar preocupándote por otras cosas!
-¡¿Qué cosas padre?! ¿Qué cosas? –Pregunto Eleonor con un gran estremecimiento y de forma nerviosa- ¿Quieres que me preocupe de hacer feliz a una persona que ni siquiera conozco? ¿Quieres que me preocupe de cómo sacar hacia delante un hogar que todavía no tengo? ¿Acaso quieres que acabe tan pronto con mi libertad? Creía que recapacitabas sobre mi futuro como algo muy valioso. Sin embargo, por el momento me parece que es lo que menos te ha importado desde siempre.

Tras pronunciar estas últimas palabras Eleonor abandonó la compañía de su padre en aquella sala y se fue a paso ligero por toda la biblioteca hasta salir de ella con un leve portazo en busca de tranquilidad. Recorrió el largo pasillo hasta llegar a su habitación y una vez allí se acostó en su cama y cogió la pequeña Biblia que su madre le había regalado antes de marcharse y recordó sus palabras: “La vida no es fácil Eleonor. Intentaré verte todas las veces que pueda, pero puede que en los momentos en los que más me necesites no esté. Para esos momentos, lee este librito. Te he dejado un separador de libros que tu propio hermano ha hecho para ti; no hace falta que hagas una lectura continuada como si de una novela se tratase, lee lo que más te apetezca, te ayudará. Cuando la rabia o la tristeza te llenen el corazón, no desesperes porque esperar y recapacitar te hará más fuerte, no dejes que esos sentimientos se apoderen de ti como si tu corazón fuera su hogar, recuerda que hay algunos de ellos a los que no debes dar cobijo allí por mucho tiempo.”
Así pues Eleonor cogió su “librito” y comenzó a leer justo donde su hermano y su madre habían colocado el separador y comenzando justo por el principio leyó:

El corazón alegre hermosea el rostro;
mas por el dolor del corazón el espíritu se abate.
Proverbios 15:13
Tras leer esto, Eleonor en medio de sus sollozos consiguió relajarse y se dispuso a dormir hasta que llegara la hora de la comida, pero entonces recordó que había dejado a Ettore junto con Cipriano en el jardín y que seguramente se estaban sintiendo incómodos así que se asomó por la ventana a ver si conseguía divisarlos, pero no consiguió ver a ninguno de los dos, y esto, le preocupó.
Recogió su cabello en una coleta alta, la cual adornó con un lazo color rosado,  a consecuencia de que aunque el verano aún no se había dispuesto a llegar, los rayos del sol realmente calentaban con fuerza en aquel momento y por lo tanto, se presentaban temperaturas bastante altas. Agarró la manivela de la puerta de su habitación y ya habilitada para salir atinó con la cara de Ettore a pocos centímetros de la suya.
-¡Qué susto me has dado Ettore! –Dijo Eleonor impresionada.- ¿Qué haces aquí?
-¡Lo siento! –Dijo Ettore poniendo sus dos manos juntas al nivel de su cara.- La verdad es que como tardabas tanto me preocupé y cuando fui en tu busca llegué a la biblioteca donde se encontraba tu padre. Él me dijo que posiblemente te encontraras aquí pero no me determinaba a llamar por si era una molestia.
-… -Eleonor soltó una pequeña risita.- No te preocupes Ettore, puedes llamar a mi puerta cuando quieras, lo peor que te puede pasar es que este durmiendo y no te pueda responder. –Dijo esta vez con una amplia sonrisa, pero de pronto recordó el por qué de su malestar anterior y cambió radicalmente su expresión.
-Eleonor… -Ettore acogió las manos de Eleonor entre las suyas.- Sé por qué estas tan disgustada. Yo pensaba que Adalberto te había informado de todo, pero me he dado cuenta de que no eran más que suposiciones incorrectas. No puedo llegar a comprender totalmente tus sentimientos, pero quiero tan solo asegurarte que no voy a prestar atención a los mandatos de los demás si tus sentimientos no son conformes a lo que estos dicen. Solo te pido que no renuncies al propósito que te han destinado, recapacita sobre ello, sé que soy capaz de hacerte feliz. –Finalizó Ettore besando su mejilla.- Y ahora, bajemos a comer, Adalberto me ha avisado de que Berenice, vuestra cocinera, iba a hacer una comida especial por nuestra llegada.


Eleonor seguía aferrada a sus sentimientos, pero las cálidas palabras de Ettore junto con las de de su madre habían conseguido dulcificarla y aceptar con tranquilidad la propuesta.

~ Capítulo 3 ~

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Aquel pequeño recorrido fue bastante discreto, sosegado y muy silencioso. Apenas se disponían las palabras a salir salvo para leves expresiones tales como “Me gusta como esta decorado los alrededores” o “Me alegro de ello” entre otras insignificantes preguntas y confirmaciones.
Cuando habían llegado al jardín, Eleonor se despegó suavemente del brazo de Ettore y se dispuso a abrir la puerta alegremente al divisar a Cipriano no muy lejos de allí con su regadera de metal. Una vez dentro del jardín, avisó a Ettore de que iba a traer a Cipriano para que se pudieran conocer y una vez hecho esto, se dispusieron a comenzar.

-Buenos días, me llamo Cipriano,  mucho gusto en conocerle –Dijo Cipriano muy respetuoso y de forma simpática. Era muy característico suyo hacerlo de esa manera; hablase con quien hablase.

-Buenos días, yo soy Ettore, Ettore Di Lorenzo; mucho gusto. Puedes hablarme de tú a tú si gustas –Dijo Ettore con una sonrisa mientras ambos se daban la mano.
-Me alegro que os hayáis conocido. –Dijo Eleonor muy contenta-  Como verás, Cipriano deja el jardín estupendo ¿Verdad que es un lugar muy tranquilo?
-Si, la verdad es que se está muy a gusto. –Dijo Ettore mientras miraba a sus alrededores.- Verás Eleonor, deberíamos ir a ver las demás estancias, dentro de poco tengo que mostrarte parte de los preparativos y será mejor hacerlo antes de la hora de comer.
-Entiendo… -Contestó Cipriano, aún sabiendo que la pregunta no había sido realizada para su contestación.- Bueno, no os preocupéis, tendréis más tiempo a partir de ahora para pasear aquí. –Dijo mirando al suelo y con un tono de voz monótono.
-¿Qué preparativos, Ettore? ¿Por qué íbamos a tener más tiempo, Cipriano? –Dijo Eleonor muy nerviosa mirándolos a los dos.

En ese instante, Cipriano reaccionó. Cerró su mano como un puño con fuerza, dio un paso y cogió suavemente la barbilla de Eleonor, se quedó mirando fijamente sus confusos ojos y finalmente concluyo con: “Todavía no lo sabes”. Cipriano solía tener este tipo de reacciones, cosa que conseguía poner muy inquieta a Eleonor ya que a veces podía sentir incluso su respiración, por lo que ella le contestó alejándose y mirándolos a los dos con soberbia.

-Llevo toda la mañana preguntando sobre algo que no sé, soportando sucesos extraños y escuchando comunicados sin sentido; no pienso mover ni un centímetro de mi cuerpo hasta que no sepa hacia dónde desemboca todo este conjunto de cosas –Dijo Eleonor firmemente con expresión altanera.

Ambos se quedaron sorprendidos. Cipriano nunca la había visto tan molesta y disgustada y mucho menos Ettore.

-No te estoy entendiendo en absoluto Eleonor, di claramente el por qué de tanta exasperación o no saldremos nunca de esta confusión. Tú misma deberías de saber que no estamos para perder nuestro preciado tiempo. –Dijo Ettore con una actitud un poco indiferente.

-… -Eleonor se mordió parte del labio con coraje.- No sé que tiempo estamos perdiendo, no te puedo dar “el por qué de tanta exasperación” –Dijo emulando sus palabras- Ni si quiera sé por qué estáis aquí tú y tu familia, porque dudo que sea por una mera visita; he aquí la causa de mi hastío, odio no saber que es lo que se trama a mis espaldas, así que ten la mínima comp.. –Cipriano la cogió del brazo y Eleonor cortó radicalmente sus palabras.-
-Está bien Eleonor, detente. –Dijo Cipriano con voz tranquilizadora pero con su mirada muy firme en la suya.- quizás debas hablar con tu padre, en vez de con nosotros.

Eleonor cogió el brazo de Cipriano para poder quitar su mano de la mano de éste, entonces lo miró por 1 segundo, abrió la puerta del jardín y fue andando serenamente hasta palacio con la idea muy clara de hallar la habitación en la que se encontraba su padre.



Una vez dentro de palacio, fue en su busca mirando todas aquellas habitaciones en las que creía encontrarle. Cuando abrió la puerta que mantenía cerrada la biblioteca, lo encontró allí hablando con Giacomo en la gran mesa central de madera dispuesta en ese lugar a propósito y al fondo, la madre de éste se encontraba ojeando algunos antiguos libros que reposaban en las partes bajas de las estanterías. Se adentró hacia la biblioteca cerrando sutilmente la puerta y con paso firme.

-Hola Eleonor ¿Qué haces aquí sola? No habrás dejado a Ettore solo ¿verdad? –Dijo Adalberto a punto de cerrar un libro sobre la mesa.

Eleonor posó su mano sobre la de su padre, y con un suave empuje, terminó de cerrar el libro.

-Padre, tenemos que hablar. –Dijo Eleonor seriamente.
-De acuerdo. –Dijo Adalberto comprendiendo la seriedad con la que su hija le hablaba.- Vayamos a aquellas estanterías de allí –Dijo señalando unas estanterías antiguas que se situaban al final de la biblioteca.

Eleonor asintió con la cabeza y ambos se dirigieron hacia el fondo de la biblioteca con la vista hacia el frente.  Una vez allí, en aquel instante, Eleonor examinó las estanterías donde reposaban los libros, comprobó el polvo que en ellas se acumulaba y por último miró a través de la gran vidriera que se encargaba de que aquel lugar fuera irresistiblemente tentador para reposar en él. En aquellas horas claves del medio día el sol se colaba por cada uno de los cristales de colores que componían aquella vidriera. La composición ordenada de éstos no formaban ninguna forma en concreto, si no que simplemente se encargaban de la bonita iluminación del lugar.

Eleonor expulsó entonces el aire y se giró para verle la cara a su padre, fue entonces, con la luz en su espalda, cuando se determinó a hablar con él.

~ Capítulo 2 ~

miércoles, 28 de agosto de 2013

Eleonor fue corriendo hasta la entrada principal de palacio donde la esperaba su padre.
La relación que tenía con él no era muy estrecha; él siempre creía hacer lo mejor para su hija, pero claro, según sus criterios. Esto era algo que no agradaba a Eleonor, ya que ella creía que primero habías de consultar con la persona en cuestión, o por lo menos tener una gran determinación con dicha persona. Pensaréis pues, que su padre sería una de aquellas personas, pero no era así. Su padre, Adalberto,  jamás tuvo estrechas relaciones con ella, ya que la gran ilusión de su vida era tener un descendiente varón, cosa que para su “desgracia” no consiguió tener nunca a causa de que en el primer parto de Agnese, su madre, la vida de ésta peligró de tal manera que las posibilidades de supervivencia llegaron a ser casi nulas. Esto no creó un gran rechazo sobre Eleonor, pero si fue motivo de algo de repudio.
En su infancia, su padre tenía que trasladarse de un lado para otro y poder así mantener su estatus económico y social, ya que no eran una parte estricta de la nobleza, pero si adinerados; digámosle burgueses. Esto último era a causa de sus inmensas relaciones con la sociedad nacional e internacional, así pues, como su integración en diversos proyectos económicos, herencia de su padre. 
 Actualmente, es totalmente distinto, ya que es su padre quien reside más tiempo en palacio y su madre la que debe pasar más tiempo fuera de él.  Agnese, estaba al otro lado de la ciudad ejerciendo una serie de cuidados para su abuela y su tía, las cuales estaban afectadas por un virus que mantenía ocupado a toda aquella parte de la ciudad al otro lado del río.

Una vez llegó a la puerta principal, saludó a su padre con un beso en la mejilla y le preguntó:

-¿Por qué esta reunión aquí padre?
-Vaya, estas muy guapa Eleonor ¿Acaso ya te ha dicho algo Cipriano? Te he visto hablando con él. –Dijo Adalberto mirando a la lejanía del camino.
-Gracias padre, pero no, ¿Qué es lo que había de decirme?

Justo en ese momento se oyó el sonido de unos cascabeles y los pasos de unos caballos, a los pocos segundos, se deslumbró un extraordinario carruaje arrastrado efectivamente por dos magníficos caballos blancos que torcían el camino para llegar hasta la puerta del palacio.

-Lo sabrás ahora mismo querida. –Dijo Adalberto satisfecho y sonriendo mientras le acariciaba el pelo a su hija.

Así pues, el carruaje se quedó parado justo delante de ellos. Eleonor estaba sorprendida por cuánta riqueza podía rodear ese carruaje; ella pertenecía a una familia adinerada pero estaba claro que ese carruaje no podía corresponder a nadie más que a una persona perteneciente a la nobleza. Era un gran carruaje, alto, con forma redondeada y pintado de un blanco deslumbrante en su totalidad rodeado también por una fina línea plateada en todos su contornos;  en su parte trasera guardaba las iniciales D.L con una finísima escritura de color negro; el mango de la puerta era de oro, y su respectiva cortina, de seda roja, y además, gozaba de unas grandes ruedas bañadas en oro, cuyo movimiento junto con los rayos del sol alumbraban el camino como si de luz propia se tratase.
De aquella gran entidad, bajó un robusto hombre con un frondoso bigote y una capa de verdadero pelo animal, posteriormente una delgada anciana muy maquillada y peinada, la cual llevaba un vestido muy lujoso, y por último un varón aparentemente más petizo que Eleonor pero no por esto menos atractivo, con unos grandes y a la vez rasgados ojos azules, su pelo era algo largo y muy rubio; poseía una tez blanquecina que hacía que las pequeñas venas de sus párpados quedaran casi al descubierto, su nariz era muy perfilada y sus labios rosados y pequeños; sus brazos no eran muy gruesos pero sí algo velludos, solo que al ser rubios no era fácil constatarse de ello; su espalda era ancha y su indumentaria, propia de alguien adulto de la nobleza, cosa, que en aquel varón que consideraba tener la misma o menor edad que Eleonor no era muy adecuada.

Una vez los tres delante de ellos comenzó a encontrarse intranquila.

-¡Buenos días Giacomo! Pensé que no llegaríais nunca. –Dijo Adalberto sonriendo muy orgulloso y dando unas palmaditas en el hombro a su invitado.- ¿Cómo os ha ido el trayecto?
-¡Cuánto tiempo sin verte Adalberto! Desde lo acordado no hemos vuelto a coincidir. Ha ido perfecto, no se nos ha hecho para nada cansado.
-Me alegro muchísimo por ello, más tarde os enseñaremos algunos de los bonitos lugares de los alrededores.
-Estaremos encantados –Dijo Giacomo cerrando la conversación animadamente.- Por el momento os presento a mi madre Gianna y a mi hijo Ettore.

Eleonor aún no sabía lo que estaba ocurriendo en aquel instante. Aquel hombre le parecía algo imprudente pero muy alegre, sin embargo, el que por el momento indicaba ser su hijo desprendía un ambiente misterioso con solo mirarle al rostro.
Tanto la anciana mujer como aquel modesto chico saludaron a Adalberto cordialmente pero cuando llegó el turno de Eleonor, Gianna le sonrió falsamente con una mirada amenazadora y envidiosa mientras que Ettore se arrodilló y le besó los nudillos dulcemente. A Eleonor, esto le pareció algo excesivo, pero que la trataran de aquella manera le pareció cuanto menos agradable.

-Gusto en conocerla. ¿Tendría el placer de conocer su nombre? –Dijo Ettore rompiendo un poco el silencio que se había producido en ese instante y mirando fijamente a Eleonor.
-¡Qué descuido! –Dijo Adalberto sobresaltado y privando a Eleonor de poder responder por sí misma.-  Había olvidado deciros sobre mi primogénita. Su nombre es Eleonor y tiene 17 años; si no recuerdo mal, también es tu edad ¿Verdad Ettore?
-Eleonor… -Ettore se quedó mirando fijamente a Eleonor ubicando su semblante en los ojos de ésta- Tienes nombre de princesa –Dijo finalmente sonriendo y con voz profunda.- Si, me parece que tenemos la misma edad. –Respondió educadamente a Adalberto tras darse cuenta de su descuido.

Eleonor se quedó del todo desconcertada ante tal individuo. Efectivamente, tenía su misma edad pero había algo que lo hacía más mayor, quizás su voz, quizás su mirada, quizás sus manos… Expreso esto último porque Eleonor tenía la costumbre de observar las manos de las personas, según ella, éstas decían mucho sobre la persona en cuestión. No sabía qué hacía allí tal personaje, ni tampoco hasta cuando estaría, pero presentía que le tocaría estar más tiempo del deseado con esta persona la cual le hacía sentir inquieta.

Cuando terminaron de personarse, Adalberto y Giacomo se quedaron hablando de sus proyectos futuros, de su pasado y varias conversaciones típicas de dos aliados que llevaban mucho tiempo sin verse; mientras tanto, Eleonor se quedó mirando el pavimento nerviosa con un juego de manos continuo, ya que sentía que Ettore la estaba estudiando, detallando y examinando de arriba abajo; es por esto que quería salir corriendo de allí ya que sentía que todos ellos sabían de algo que ella no; aquella mañana estaba resultando a fin de cuentas detestable.

-Por cierto Eleonor, Giacomo y Ettore nunca han estado aquí, pienso que sería mejor si yo fuera con Giacomo y su madre a enseñarles las salas más emblemáticas de nuestro hogar mientras que tu le enseñas nuestro precioso jardín y otra de nuestras salas más entretenidas a Ettore. –Dijo Adalberto de forma curiosa y comprometida a Eleonor.

Eleonor se quedó pensativa. Sabía que tendría que realizar este trabajo antes o después pero sinceramente, carecía de ganas para hacerlo en ese momento. Cuando su silencio estaba empezando a ser del todo inadecuado, contestó.

-Claro, así lo haré, seguro que estará encantado con todo. –Dijo Eleonor con una sonrisa desganada para evitar futuras reprimendas.
-¡Perfecto, comencemos! –Dijo Adalberto pegando un pequeño brinco e indicándole a Giacomo por dónde iban a comenzar su trayecto.

Así pues Eleonor y Ettore se quedaron solos en la puerta principal y Eleonor reunió parte de sus fuerzas para arrancar una conversación y se decidió a hablar.

-Bu.. –Dijo Eleonor convencida, pero fue cortada por otra voz.
-Bue… –Dijo Ettore entrecortando la frase que tanto le había costado a Eleonor pronunciar.

   Ambos rieron desatando los nervios por los que estaban presos.

-Dime lo que me ibas a decir hasta hace un momento –Dijo Ettore amablemente proponiéndole iniciar la conversación.

Eleonor se dio cuenta de que Ettore estaba algo rojo, no sabía exactamente si por la risa o por timidez, pero si bien es cierto que antes estaba confundida ante su persona, ahora lo estaba aún más; de todos modos, aquellos tonos rojizos en la cara de Ettore le habían echo darse cuenta de lo “mono” que le resultaba ahora.

-Gracias –Dijo Eleonor en un tono más bajo para poder iniciar la conversación con más fuerza en sus próximas palabras-  Si gustas de ello, puedo comenzar enseñándote el jardín, sin duda es el lugar más precioso de este palacio y así puedes conocer a Cipriano; es un buen amigo mío, se encarga de cuidar toda la parte exterior del palacio, especialmente, de la jardinería de éste.
-No hace falta que me hables tan correctamente, Eleonor, puedes hablar conmigo con total confianza –Dijo mientras le quitaba un cabello suelto que caía sobre su rostro.- y por supuesto que me parece bien, veamos que tan bonito es el jardín y así podré conocer a Cipriano.


Eleonor asintió con la cabeza, no tenía palabras para más. Ettore le propuso con un sencillo gesto que caminara cogida de su brazo, e indecisa por aquello aceptó la “propuesta”, aparentemente de forma tranquila y emprendieron el sendero dotado de piedras castañas, adornadas con pequeñas hierbas entre ellas y que además indicaban el camino hacia la puerta de aquel jardín.

~ Capítulo 1 ~

lunes, 26 de agosto de 2013

El día se despertaba ambicioso, optimista, humilde y muy soleado. Aún el verano no había recargado todas sus fuerzas, por lo que el clima todavía se encontraba bien adaptado a la primavera; ésta dejaba entrar por la ventana una cálida brisa primaveral y junto a ella, restos de polen y pétalos sueltos de las hermosas flores silvestres más débiles. El viento soplaba en dirección norte, esto hacía que los olores de toda la vegetación de alrededor entraran también como invitado principal. Debido a que el día se presentaba calmado, no se percibía ningún sonido del río ni de la fuente situada a la entrada del castillo, pero como todas las mañanas, los pájaros propios del lugar ya adaptados en sus numerosos nidos, revoloteaban y cantaban contentos. Sin duda, todo un deleite para comenzar el día.
Frente a su tocador de madera, Eleonor se peinaba el pelo aún en pijama, y se disponía a enfrentar un día más.  Ella era la más “pequeña” del castillo, ya que los únicos que habitaban en él por aquel entonces, eran todas las personas que trabajaban allí y su padre. Tenía 17 años, era de estatura media y delgada; su piel, clara y algo rosada; sus ojos, grandes y de color miel, sus pestañas eran de gran longitud, pero sin embargo, no muy espesas; no tenía la cara redondeada, pero sus mejillas resaltaban junto a su sonrisa, la cual estaba enmarcada en unos labios no muy gruesos pero los cuales podían rodearla sin dificultad; su nariz era perfilada y mediana, mientras que su pelo, de color chocolate, se presentaba lacio a partir de la raíz, pero conforme se aproximaba a las puntas, se convertía en bonitas ondulaciones que acababan justo debajo de su pecho.
Cuando terminó de peinarse, abrió su gran armario para elegir qué ropa se pondría hoy. Estaba contenta, y sin saber que este estado de ánimo se consumaría pronto, escogió su vestido favorito de día; era un vestido turquesa, con unos finos tirantes, de altura justa para dejar ver su collar; ajustado hasta la cintura por un largo lazo verde y suelto hasta los pies. Por último, con un calzado plano también de color verde, terminó con su atuendo.

Cuando bajó las rojas escaleras aterciopeladas que llevaban hasta el salón, percibió un delicioso olor a pan recién hecho, esto último le hizo aligerar sus pasos para sentarse en la mesa.
 Ya allí sentada, hizo un repaso general de lo que había en ella: Justo debajo suyo encontró un par de tostadas de pan rociadas con aceite de oliva, un cuenco de cerámica en el que reposaba las ralladuras de un tomate y un vaso con un poco de vino de grignolino, el cual le encantaba a Eleonor por la cantidad de perfumes florales que podía llegar a apreciar; levantando un poco la mirada, se encontró con un jarrón de cristal, en el cual reposaba un ramo de amapolas recién cortadas. Cipriano, el floricultor y cultivador del palacio, cortaba un ramo todas las mañanas bien temprano, para que todos tuviesen algo agradable a la vista mientras desayunaban; eventualmente cortaba amapolas, y muy pocas veces Berenice, la cocinera, hacía el desayuno favorito de Eleonor. Todo esto podía indicar dos cosas: algo realmente bueno o algo muy malo iba a suceder.
Tras desayunar, se dirigió a dar un paseo por el jardín delantero del palacio donde esperaría la llegada del mensajero, leería un rato y repasaría con la vista las hermosas flores silvestres que tanto le gustaba mirar.

Una vez allí, se sentó junto a la fuente colocada en el centro de aquel jardín, y sacó el libro que estaba a punto de terminar, le faltaban muy pocas hojas pero el día anterior no quiso terminarlo; esperó ambiciosamente a llegar a un lugar apropiado para poder hacerlo, así pues, con el sol como luz predestinada a alumbrar las hojas de su libro, comenzó a leer nerviosa aquel drama que parecía no tener salida.

Cuando apenas iba a terminarlo, su vista comenzó a nublarse, y sus ojos a humedecerse. A pesar de saber el tipo de libro que había escogido para leer, estaba sumida en una gran tristeza, aquello le daba tanta pena… Aquel no era el primer ni el segundo libro de aquellas características que se leía. Algunas personas, la podrán calificar como masoca, pero era simple admiración a aquel arte. Tras concluir con el dichoso final, cerró el libro, se apoyó en uno de los pilares de la fuente y se quedó mirando al cielo meditando sobre aquello; esto era algo que le gustaba hacer, quería sacar sus propias conclusiones.

Tiempo después llego el mensajero, y pensando éste que estaría despierta, la llamó, pero ella no contestó, estaba dormida. Cipriano, que estaba por allí cuidando las flores, se dio cuenta de lo que pasaba y decidió ir él mismo a recoger las cartas que habían llegado. Una vez las recogió y las dejó sobre la mesa del salón, salió a llenar la regadera a la fuente y mientras ésta se llenaba se dedicó a mirar la cara de Eleonor; “Que agradable” pensó Cipriano. Abstraído por aquello, no se dio cuenta de que la regadera estaba llena y a punto de saltarse; cuando el agua saltó sobre la fuente salpicó a Eleonor, lo que hizo que se levantara de un sobresalto y diera justo a parar frente la cara de Cipriano.

-¡Lo…Lo siento! No era mi intención que salpicara el agua despertándote – Dijo Cipriano enrojecido y separándose de la cara de Eleonor.
-¡Tranquilo! No ha sido para tanto, no te preocupes –Dijo Eleonor riéndose- Te has puesto nervioso por si me enfadaba.

Eleonor era una persona muy dulce, pero también resultaba fácil ver su enfado y su intranquilidad
ante diversas situaciones. Esta, por el momento, no era el caso.

-Así es, no ha debido de ser agradable. Te veías muy tranquila.
-La verdad es que hace un tiempo precioso para reposar aquí junto el sonido del agua ¿No es maravilloso poder disfrutar de este tiempo?
-Supongo que sí, no es demasiado caluroso y tampoco es frío, es un clima de lo más adecuado para toda la vegetación que rodea este palacio. –Dijo mirando con una sonrisa todo lo que le rodeaba, sintiéndose orgulloso.
-Siento que de verdad te gusta tu trabajo. A mi también me encanta cuidar de las flores, en especial las que hay aquí, me resultan tan frágiles y tan fuertes a la vez… -Dijo quedándose mirando hacia un punto fijo- ¡Todo un modelo a seguir! –Dijo esta vez sonriente y con un toque de humor.

Los dos rieron juntos y se quedaron en silencio escuchando como el agua de la fuente hacía una y otra vez su recorrido.
Cipriano, como bien nombré antes es el cultivador y floricultor del palacio, o el jardinero, como Eleonor lo llamaba a veces. Se trataba de un chico 2 años mayor que Eleonor. Llevaba trabajando allí tan solo 6 meses; los primeros 3 meses solo iba una vez a la semana para cuidar el jardín, pero después, tras solucionar ciertos asuntos, se quedó viviendo en palacio, como todos los que allí trabajaban. Era un chico no mucho más alto que Eleonor, tenía el pelo cobrizo oscuro, los ojos color pardo, su rostro denotaba una gran juventud y alegría y su sonrisa era muy amplia; sobre sus manos resaltaban, no excesivamente, sus venas; sus brazos no eran muy velludos pero sí de aspecto varonil; siempre calzaba unas apalgatas y todos los días, llevaba una prenda de color verde. Siempre resultaba una persona alegre y optimista, además de valiente. Sin duda, el tipo de persona sobrecogedora que siempre extiende sus dos brazos ante cualquier adversidad; pero cuidado, también algo orgulloso y  prejuicioso.

-Por cierto, me ha extrañado que cortases amapolas justo hoy lunes ¿Ha de pasar algo importante? –Dijo Eleonor con curiosidad.
-N..No realmen..te-Dijo Cipriano tartajoso; y al darse cuenta de su indecisión para contestarle, prosiguió rápidamente.- Es tan solo que hoy gustaba hacerlo así, para que por lo menos, esta mañana estuvieras feliz.
-¿Cómo que para que esta mañana estuviera feliz? Noto algo extraño en tu contestación. Incluso Berenice ha cocinado mi desayuno preferido, hacía lo menos 3 semanas desde que no lo hacía porque dice que es muy pesado y carece de tiempo para ello.
-Son solo obsesiones tuyas, tranquila. –Dijo esta vez mirando alrededor de sí mismo, y volvió a centrar su mirada en ella.- Deberías ir a la puerta principal, creo que ya es hora.
-¿Hora de qué? – Dijo Eleonor cada vez más ajena a todo.
Cipriano, al ver que por momentos Eleonor iba a entrar en estado de conmoción soltó una pequeña carcajada.
-Ayer mismo por la tarde te lo dijo, estaba yo presente; tenías que ir a la puerta principal, quería decirte algo importante.
-… ¡Es cierto! No me acordaba ¡Muchas gracias por recordármelo, debe de esta esperándome! –Dijo al tiempo que empezaba a correr para llegar lo antes posible.
-¡Espera! –Dijo Cipriano con expresión seria mientras la alcanzaba agarrándole por su delgada muñeca- Prométeme que en cuanto termines, vendrás de nuevo aquí..

-S..sí, claro.-Quitó su singular expresión de extrañez, se acercó más a la cara de Cipriano y sonrió optimistamente- Lo haré.


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