~ Capítulo 5 ~

sábado, 5 de octubre de 2013

Los días pasaron lentos para Eleonor… Como ella supuso, los Di Lorenzo no se iban a ir pronto de allí y como era de esperar, ella tenía que estar a cargo de Ettore. Desde aquel entonces en el que Ettore le mostró “su apoyo” no volvieron a hablar de dicho suceso, aquel era un periodo de prueba que no estaba aprovechando; ella quería su vida vuelta a la normalidad. Estaba claro que eso no iba a ser posible pronto y esto le hacía ponerse nerviosa ¿Acaso no era su comportamiento causa de rechazo? Cada día que pasaba, Ettore la invitaba a realizar alguna excursión a las afueras de palacio, o a pasear por el jardín pero la situación se hacía insostenible ya que ninguna de sus conversaciones ni acciones desembocaban en lugar alguno.
Por otro lado, Cipriano seguía su tarea diaria pero echaba en falta la compañía de Eleonor leyendo o cantando a su lado, se veía tan obvio que para Adalberto y Giacomo era imprescindible que esta situación se convirtiera en realidad… “¿Por qué?” Se preguntaba Eleonor; ella sabía que la relación con su padre no era todo lo que ella quisiera pero nunca llegó a sospechar que pudiera alzar su mirada hacia delante ignorando todo lo que dejaba a su camino, algo esperanzador le decía que no podía ser de tal manera, algo tendría que haber detrás; enfrentarse a todo esto “sola” no era tarea fácil.

Una mañana, se despertó más temprano de lo habitual, desde su ventana aún se veía el color rojizo del amanecer, los primeros pájaros de la mañana revoloteando y escasas nubes en el cielo, que aún se encontraba adormilado. Intentó dormir sin resultado, cada vez que cerraba los ojos pensaba en qué “tarea” le tocaría hacer hoy, así que, sin gana alguna se levantó y se dispuso a vestirse y peinarse para… ni ella sabía bien para qué.  Abrió su armario de forma inapetente, escogió un vestido de una tela parecida al raso de color vino, largo y sin vuelo alguno; la falda carecía de motivos, estampados o cualquier otra cosa que destacase, pero la parte de arriba estaba adornada con un bonito corsé beige de tirantes cuyo escote, en forma de corazón, estaba rodeado de una finísima puntilla floral. Como zapatos eligió unos de tela beige también atados al tobillo los cuales contaban con una pequeña cuña de esparto. En cuanto a su cabello, lo peinó bien y se hizo una bonita trenza de raíz hacia atrás. Mientras se miraba al espejo, vio un reflejo de su ventana en él y pudo ser capaz de divisar a Cipriano llevando una carretilla con unas hermosas flores lilas que seguramente iba a plantar en la zona de atrás, después de algunos días se atrevió por fin a sonreír orgullosa. Abrió sigilosamente la puerta y bajó de puntillas las escaleras con vísperas de que nadie la oyera y poder ir tranquila a ver qué tan bonitas eran las flores desde cerca y cual era el nombre con el que las habían dotado.

Una vez pudo llegar al jardín, avistó a Cipriano de espaldas y arrodillado en el suelo plantando una de aquellas plantas y se decidió a abrazarle por detrás; más o menos, ya que no quería arrodillarse por si se manchaba el vestido, así que se colocó en cuclillas.

-Buenos días Cipriano –Le dijo Eleonor suavemente al oído.
-¡¡AAH!! –Gritó Cipriano intensamente y reaccionó con un sobresalto intentando levantarse rápidamente.

Eleonor no se esperaba esta reacción y acabó perdiendo el equilibrio cayendo de esta manera al suelo sentada. Cipriano se giró rápidamente para ver que había pasado y encontró a Eleonor en el suelo allí sentada.

-¡Lo siento mucho Eleonor! –Dijo Cipriano con expresión asustada. - ¿Tienes algún mal? –Dijo esta vez agachándose a su altura y examinándola con la mirada.
-Aaaw… Al final terminé por ensuciar la falda. –Dijo en voz baja y ensimismada- No te preocupes Cipriano ha sido una tonta caída, debí suponer que no ibas a reaccionar de forma normal. –Dijo esta vez con una pequeña risita.-
-Que torpe… Dame la mano por favor. –Dijo Cipriano mientras le tendía la mano con gesto arrepentido.
-Enser-- ¡Ah! –Se quejó Eleonor al quitar la mano del césped.-  Creo que me he cortado con al-- …
-¡Déjame a mi Eleonor, no te asustes! Tranquila –Dijo Cipriano alterado mientras le cogía la mano y la inspeccionaba rápidamente.- Vamos a la pila que aclare tu herida con agua, no parece profunda pero si tiene bastante longitud.
-No entiendo cómo ha sido… Creo que al retirar la mano del césped las tijeras estaban abiertas. – Dijo Eleonor algo temerosa mientras le tendía “su única mano útil por el momento” a Cipriano para que la ayudara a levantarse, aquello era propio de una novela romántica, y bastante cursi por cierto.

Juntos fueron hacia la pila que se encontraba a pocos pasos de allí.
Adalberto decía que el jardín de palacio era de su propiedad, sobre todo el jardín de atrás, pero solo por el dinero que él había depositado para comprarlo; por lo demás, Cipriano era su dueño. Él no vivía en las habitaciones que había en palacio reservadas para los empleados, si no que tenía su propia “cabaña” fuera en el jardín. Además, cada uno de los rincones del jardín trasero estaba dulcemente decorado con flores y vegetación varia.
 En el lugar hacia el que se dirigían, había un hierro con forma de arco que se encontraba rodeado por un gran rosal blanco; justo detrás, había un espacio con diferentes elementos para el ocio de Cipriano, pero en un lateral se encontraba la pila, y al lado de ésta una pequeña cesta de esparto donde encontraban algunas ropas de Cipriano y un taburete, utilizado para poder lavarlas.
Eleonor se quedó obnubilada, algunas de aquellas cosas estaban colocadas allí recientemente ya que ella no se había advertido de nada, sorprendiéndole la sutileza con la que estaba todo colocado. Pasaron por el arco y Cipriano le ofreció el taburete para que se pudiera sentar, posteriormente le colocó la mano justo debajo del pequeño grifo donde le limpió la sangre y le colocó un pañuelo rodeando su mano suavemente y con la luz rojiza del amanecer que estaba apunto de terminar, comenzaron a hablar:

-Así que tienes que encargarte tú de Ettore ahora ¿no? –Dijo Cipriano con la mirada seria.
-… -Eleonor suspiró- Si, así es.
-Puedes conversar conmigo sobre ello si quieres. No creo poder ayudarte pero intentaré subvenirte, al fin y al cabo no hay muchas personas con las que puedas hablar en este palacio. –Justo al terminar la frase Cipriano se mordió el labio arrepintiéndose de sus últimas palabras.
-… - Eleonor que estaba algo cabizbaja se determinó a levantar su rostro el cual ya estaba humedecido por sus lagrimas- Es cierto… quizás no sea el momento justo para que transcurran estas cosas aquí, –fue elevando el tono de voz progresivamente- no era tan difícil esperar un poco para pedirme una decisión tan complicada, ni siquiera sé si mi madre estaría de acuerdo con esto, es una atrocidad empezar algo así sin ella sin que yo pueda proferirle una simple palabra ¿Qué pensara ella de todo esto? ¿Acaso espera que ella lo sepa cuando acoja la invitación de boda entre sus manos? ¡TODO ES TAN RUÍN!


Tras lanzar todas sus fuerzas en sus últimas palabras Cipriano le tapó la boca con su mano mientras que su otro brazo rodeaba su cintura.

~ Capítulo 4 ~

sábado, 14 de septiembre de 2013

-Padre, ¿Debes comunicarme algo de mi incumbencia que yo no sepa? –Dijo Eleonor con los ojos bien abiertos y una expresión fría.
-Esto es exactamente como yo me había recelado. En este palacio no se puede mantener ninguna confidencia –Dijo Adalberto inclinando su cabeza hacia arriba, suspirando y volviéndola a colocar en su posición original.- Voy a ser breve y pienso comunicártelo sin preámbulos.
-Así espero que sea padre. Creo que por hoy ha estado bien.
-La verdad es que Ettore está aquí para pedirte matrimonio. En un principio estimaba conveniente que fuera algo concertado, pero pensé que no estaría siendo justo contigo e incluso conmigo mismo. Es por esto que Giacomo y yo concebimos este encuentro como una preparatoria para que ambos os pudierais conocer. Lo único que creo que ha salido mal es que él ya sabía de este encuentro y sus razones, mientras que tu no.
-Padre… -Eleonor cerró los ojos, suspiró y los volvió a abrir, aunque esta vez con sus pestañas rociadas de sollozos.- Esto me parece cuanto menos algo repulsivo. Me siento traicionada y utilizada. ¿De verdad crees que el amor y el destino del corazón de una dama se pueden encauzar de una manera tan simple?  –Dijo Leonor con un quejido final en su pregunta y con un tono de voz más elevado que el inicial.- Me parece una actitud despreocupada ante el futuro de tu hija.
-¡Tienes 17 años Eleonor! –Dijo Adalberto elevando la voz.- Es hora de que encuentres a un caballero que te sustente, de que te establezcas en un lugar y de que intentes ser feliz con ello. La época de tu vida en la que dedicabas tu tiempo libre a pasear por los jardines de palacio es algo que ya ha pasado y que esta totalmente corrompido; ¡no intentes comportarte como tal, cuando debes estar preocupándote por otras cosas!
-¡¿Qué cosas padre?! ¿Qué cosas? –Pregunto Eleonor con un gran estremecimiento y de forma nerviosa- ¿Quieres que me preocupe de hacer feliz a una persona que ni siquiera conozco? ¿Quieres que me preocupe de cómo sacar hacia delante un hogar que todavía no tengo? ¿Acaso quieres que acabe tan pronto con mi libertad? Creía que recapacitabas sobre mi futuro como algo muy valioso. Sin embargo, por el momento me parece que es lo que menos te ha importado desde siempre.

Tras pronunciar estas últimas palabras Eleonor abandonó la compañía de su padre en aquella sala y se fue a paso ligero por toda la biblioteca hasta salir de ella con un leve portazo en busca de tranquilidad. Recorrió el largo pasillo hasta llegar a su habitación y una vez allí se acostó en su cama y cogió la pequeña Biblia que su madre le había regalado antes de marcharse y recordó sus palabras: “La vida no es fácil Eleonor. Intentaré verte todas las veces que pueda, pero puede que en los momentos en los que más me necesites no esté. Para esos momentos, lee este librito. Te he dejado un separador de libros que tu propio hermano ha hecho para ti; no hace falta que hagas una lectura continuada como si de una novela se tratase, lee lo que más te apetezca, te ayudará. Cuando la rabia o la tristeza te llenen el corazón, no desesperes porque esperar y recapacitar te hará más fuerte, no dejes que esos sentimientos se apoderen de ti como si tu corazón fuera su hogar, recuerda que hay algunos de ellos a los que no debes dar cobijo allí por mucho tiempo.”
Así pues Eleonor cogió su “librito” y comenzó a leer justo donde su hermano y su madre habían colocado el separador y comenzando justo por el principio leyó:

El corazón alegre hermosea el rostro;
mas por el dolor del corazón el espíritu se abate.
Proverbios 15:13
Tras leer esto, Eleonor en medio de sus sollozos consiguió relajarse y se dispuso a dormir hasta que llegara la hora de la comida, pero entonces recordó que había dejado a Ettore junto con Cipriano en el jardín y que seguramente se estaban sintiendo incómodos así que se asomó por la ventana a ver si conseguía divisarlos, pero no consiguió ver a ninguno de los dos, y esto, le preocupó.
Recogió su cabello en una coleta alta, la cual adornó con un lazo color rosado,  a consecuencia de que aunque el verano aún no se había dispuesto a llegar, los rayos del sol realmente calentaban con fuerza en aquel momento y por lo tanto, se presentaban temperaturas bastante altas. Agarró la manivela de la puerta de su habitación y ya habilitada para salir atinó con la cara de Ettore a pocos centímetros de la suya.
-¡Qué susto me has dado Ettore! –Dijo Eleonor impresionada.- ¿Qué haces aquí?
-¡Lo siento! –Dijo Ettore poniendo sus dos manos juntas al nivel de su cara.- La verdad es que como tardabas tanto me preocupé y cuando fui en tu busca llegué a la biblioteca donde se encontraba tu padre. Él me dijo que posiblemente te encontraras aquí pero no me determinaba a llamar por si era una molestia.
-… -Eleonor soltó una pequeña risita.- No te preocupes Ettore, puedes llamar a mi puerta cuando quieras, lo peor que te puede pasar es que este durmiendo y no te pueda responder. –Dijo esta vez con una amplia sonrisa, pero de pronto recordó el por qué de su malestar anterior y cambió radicalmente su expresión.
-Eleonor… -Ettore acogió las manos de Eleonor entre las suyas.- Sé por qué estas tan disgustada. Yo pensaba que Adalberto te había informado de todo, pero me he dado cuenta de que no eran más que suposiciones incorrectas. No puedo llegar a comprender totalmente tus sentimientos, pero quiero tan solo asegurarte que no voy a prestar atención a los mandatos de los demás si tus sentimientos no son conformes a lo que estos dicen. Solo te pido que no renuncies al propósito que te han destinado, recapacita sobre ello, sé que soy capaz de hacerte feliz. –Finalizó Ettore besando su mejilla.- Y ahora, bajemos a comer, Adalberto me ha avisado de que Berenice, vuestra cocinera, iba a hacer una comida especial por nuestra llegada.


Eleonor seguía aferrada a sus sentimientos, pero las cálidas palabras de Ettore junto con las de de su madre habían conseguido dulcificarla y aceptar con tranquilidad la propuesta.

~ Capítulo 3 ~

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Aquel pequeño recorrido fue bastante discreto, sosegado y muy silencioso. Apenas se disponían las palabras a salir salvo para leves expresiones tales como “Me gusta como esta decorado los alrededores” o “Me alegro de ello” entre otras insignificantes preguntas y confirmaciones.
Cuando habían llegado al jardín, Eleonor se despegó suavemente del brazo de Ettore y se dispuso a abrir la puerta alegremente al divisar a Cipriano no muy lejos de allí con su regadera de metal. Una vez dentro del jardín, avisó a Ettore de que iba a traer a Cipriano para que se pudieran conocer y una vez hecho esto, se dispusieron a comenzar.

-Buenos días, me llamo Cipriano,  mucho gusto en conocerle –Dijo Cipriano muy respetuoso y de forma simpática. Era muy característico suyo hacerlo de esa manera; hablase con quien hablase.

-Buenos días, yo soy Ettore, Ettore Di Lorenzo; mucho gusto. Puedes hablarme de tú a tú si gustas –Dijo Ettore con una sonrisa mientras ambos se daban la mano.
-Me alegro que os hayáis conocido. –Dijo Eleonor muy contenta-  Como verás, Cipriano deja el jardín estupendo ¿Verdad que es un lugar muy tranquilo?
-Si, la verdad es que se está muy a gusto. –Dijo Ettore mientras miraba a sus alrededores.- Verás Eleonor, deberíamos ir a ver las demás estancias, dentro de poco tengo que mostrarte parte de los preparativos y será mejor hacerlo antes de la hora de comer.
-Entiendo… -Contestó Cipriano, aún sabiendo que la pregunta no había sido realizada para su contestación.- Bueno, no os preocupéis, tendréis más tiempo a partir de ahora para pasear aquí. –Dijo mirando al suelo y con un tono de voz monótono.
-¿Qué preparativos, Ettore? ¿Por qué íbamos a tener más tiempo, Cipriano? –Dijo Eleonor muy nerviosa mirándolos a los dos.

En ese instante, Cipriano reaccionó. Cerró su mano como un puño con fuerza, dio un paso y cogió suavemente la barbilla de Eleonor, se quedó mirando fijamente sus confusos ojos y finalmente concluyo con: “Todavía no lo sabes”. Cipriano solía tener este tipo de reacciones, cosa que conseguía poner muy inquieta a Eleonor ya que a veces podía sentir incluso su respiración, por lo que ella le contestó alejándose y mirándolos a los dos con soberbia.

-Llevo toda la mañana preguntando sobre algo que no sé, soportando sucesos extraños y escuchando comunicados sin sentido; no pienso mover ni un centímetro de mi cuerpo hasta que no sepa hacia dónde desemboca todo este conjunto de cosas –Dijo Eleonor firmemente con expresión altanera.

Ambos se quedaron sorprendidos. Cipriano nunca la había visto tan molesta y disgustada y mucho menos Ettore.

-No te estoy entendiendo en absoluto Eleonor, di claramente el por qué de tanta exasperación o no saldremos nunca de esta confusión. Tú misma deberías de saber que no estamos para perder nuestro preciado tiempo. –Dijo Ettore con una actitud un poco indiferente.

-… -Eleonor se mordió parte del labio con coraje.- No sé que tiempo estamos perdiendo, no te puedo dar “el por qué de tanta exasperación” –Dijo emulando sus palabras- Ni si quiera sé por qué estáis aquí tú y tu familia, porque dudo que sea por una mera visita; he aquí la causa de mi hastío, odio no saber que es lo que se trama a mis espaldas, así que ten la mínima comp.. –Cipriano la cogió del brazo y Eleonor cortó radicalmente sus palabras.-
-Está bien Eleonor, detente. –Dijo Cipriano con voz tranquilizadora pero con su mirada muy firme en la suya.- quizás debas hablar con tu padre, en vez de con nosotros.

Eleonor cogió el brazo de Cipriano para poder quitar su mano de la mano de éste, entonces lo miró por 1 segundo, abrió la puerta del jardín y fue andando serenamente hasta palacio con la idea muy clara de hallar la habitación en la que se encontraba su padre.



Una vez dentro de palacio, fue en su busca mirando todas aquellas habitaciones en las que creía encontrarle. Cuando abrió la puerta que mantenía cerrada la biblioteca, lo encontró allí hablando con Giacomo en la gran mesa central de madera dispuesta en ese lugar a propósito y al fondo, la madre de éste se encontraba ojeando algunos antiguos libros que reposaban en las partes bajas de las estanterías. Se adentró hacia la biblioteca cerrando sutilmente la puerta y con paso firme.

-Hola Eleonor ¿Qué haces aquí sola? No habrás dejado a Ettore solo ¿verdad? –Dijo Adalberto a punto de cerrar un libro sobre la mesa.

Eleonor posó su mano sobre la de su padre, y con un suave empuje, terminó de cerrar el libro.

-Padre, tenemos que hablar. –Dijo Eleonor seriamente.
-De acuerdo. –Dijo Adalberto comprendiendo la seriedad con la que su hija le hablaba.- Vayamos a aquellas estanterías de allí –Dijo señalando unas estanterías antiguas que se situaban al final de la biblioteca.

Eleonor asintió con la cabeza y ambos se dirigieron hacia el fondo de la biblioteca con la vista hacia el frente.  Una vez allí, en aquel instante, Eleonor examinó las estanterías donde reposaban los libros, comprobó el polvo que en ellas se acumulaba y por último miró a través de la gran vidriera que se encargaba de que aquel lugar fuera irresistiblemente tentador para reposar en él. En aquellas horas claves del medio día el sol se colaba por cada uno de los cristales de colores que componían aquella vidriera. La composición ordenada de éstos no formaban ninguna forma en concreto, si no que simplemente se encargaban de la bonita iluminación del lugar.

Eleonor expulsó entonces el aire y se giró para verle la cara a su padre, fue entonces, con la luz en su espalda, cuando se determinó a hablar con él.
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