Los días pasaron lentos para
Eleonor… Como ella supuso, los Di Lorenzo no se iban a ir pronto de allí y como
era de esperar, ella tenía que estar a cargo de Ettore. Desde aquel entonces en
el que Ettore le mostró “su apoyo” no volvieron a hablar de dicho suceso, aquel
era un periodo de prueba que no estaba aprovechando; ella quería su vida vuelta
a la normalidad. Estaba claro que eso no iba a ser posible pronto y esto le
hacía ponerse nerviosa ¿Acaso no era su comportamiento causa de rechazo? Cada
día que pasaba, Ettore la invitaba a realizar alguna excursión a las afueras de
palacio, o a pasear por el jardín pero la situación se hacía insostenible ya
que ninguna de sus conversaciones ni acciones desembocaban en lugar alguno.
Por otro lado, Cipriano seguía
su tarea diaria pero echaba en falta la compañía de Eleonor leyendo o cantando
a su lado, se veía tan obvio que para Adalberto y Giacomo era imprescindible
que esta situación se convirtiera en realidad… “¿Por qué?” Se preguntaba
Eleonor; ella sabía que la relación con su padre no era todo lo que ella
quisiera pero nunca llegó a sospechar que pudiera alzar su mirada hacia delante
ignorando todo lo que dejaba a su camino, algo esperanzador le decía que no
podía ser de tal manera, algo tendría que haber detrás; enfrentarse a todo esto
“sola” no era tarea fácil.
Una mañana, se despertó más
temprano de lo habitual, desde su ventana aún se veía el color rojizo del
amanecer, los primeros pájaros de la mañana revoloteando y escasas nubes en el
cielo, que aún se encontraba adormilado. Intentó dormir sin resultado, cada vez
que cerraba los ojos pensaba en qué “tarea” le tocaría hacer hoy, así que, sin
gana alguna se levantó y se dispuso a vestirse y peinarse para… ni ella sabía
bien para qué. Abrió su armario de forma
inapetente, escogió un vestido de una tela parecida al raso de color vino,
largo y sin vuelo alguno; la falda carecía de motivos, estampados o cualquier
otra cosa que destacase, pero la parte de arriba estaba adornada con un bonito
corsé beige de tirantes cuyo escote, en forma de corazón, estaba rodeado de una
finísima puntilla floral. Como zapatos eligió unos de tela beige también atados
al tobillo los cuales contaban con una pequeña cuña de esparto. En cuanto a su
cabello, lo peinó bien y se hizo una bonita trenza de raíz hacia atrás.
Mientras se miraba al espejo, vio un reflejo de su ventana en él y pudo ser
capaz de divisar a Cipriano llevando una carretilla con unas hermosas flores
lilas que seguramente iba a plantar en la zona de atrás, después de algunos
días se atrevió por fin a sonreír orgullosa. Abrió sigilosamente la puerta y
bajó de puntillas las escaleras con vísperas de que nadie la oyera y poder ir
tranquila a ver qué tan bonitas eran las flores desde cerca y cual era el
nombre con el que las habían dotado.
Una vez pudo llegar al jardín,
avistó a Cipriano de espaldas y arrodillado en el suelo plantando una de
aquellas plantas y se decidió a abrazarle por detrás; más o menos, ya que no
quería arrodillarse por si se manchaba el vestido, así que se colocó en
cuclillas.
-Buenos días Cipriano –Le dijo
Eleonor suavemente al oído.
-¡¡AAH!! –Gritó Cipriano
intensamente y reaccionó con un sobresalto intentando levantarse rápidamente.
Eleonor no se esperaba esta
reacción y acabó perdiendo el equilibrio cayendo de esta manera al suelo
sentada. Cipriano se giró rápidamente para ver que había pasado y encontró a
Eleonor en el suelo allí sentada.
-¡Lo siento mucho Eleonor!
–Dijo Cipriano con expresión asustada. - ¿Tienes algún mal? –Dijo esta vez
agachándose a su altura y examinándola con la mirada.
-Aaaw… Al final terminé por
ensuciar la falda. –Dijo en voz baja y ensimismada- No te preocupes Cipriano ha
sido una tonta caída, debí suponer que no ibas a reaccionar de forma normal.
–Dijo esta vez con una pequeña risita.-
-Que torpe… Dame la mano por
favor. –Dijo Cipriano mientras le tendía la mano con gesto arrepentido.
-Enser-- ¡Ah! –Se quejó Eleonor
al quitar la mano del césped.- Creo que
me he cortado con al-- …
-¡Déjame a mi Eleonor, no te
asustes! Tranquila –Dijo Cipriano alterado mientras le cogía la mano y la
inspeccionaba rápidamente.- Vamos a la pila que aclare tu herida con agua, no
parece profunda pero si tiene bastante longitud.
-No entiendo cómo ha sido… Creo
que al retirar la mano del césped las tijeras estaban abiertas. – Dijo Eleonor
algo temerosa mientras le tendía “su única mano útil por el momento” a Cipriano
para que la ayudara a levantarse, aquello era propio de una novela romántica, y
bastante cursi por cierto.
Juntos fueron hacia la pila que
se encontraba a pocos pasos de allí.
Adalberto decía que el jardín
de palacio era de su propiedad, sobre todo el jardín de atrás, pero solo por el
dinero que él había depositado para comprarlo; por lo demás, Cipriano era su
dueño. Él no vivía en las habitaciones que había en palacio reservadas para los
empleados, si no que tenía su propia “cabaña” fuera en el jardín. Además, cada
uno de los rincones del jardín trasero estaba dulcemente decorado con flores y
vegetación varia.
En el lugar hacia el que se dirigían, había un
hierro con forma de arco que se encontraba rodeado por un gran rosal blanco; justo detrás, había un espacio con diferentes elementos para el ocio de
Cipriano, pero en un lateral se encontraba la pila, y al lado de ésta una
pequeña cesta de esparto donde encontraban algunas ropas de Cipriano y un taburete, utilizado para poder lavarlas.
Eleonor se quedó obnubilada,
algunas de aquellas cosas estaban colocadas allí recientemente ya que ella no
se había advertido de nada, sorprendiéndole la sutileza con la que estaba todo
colocado. Pasaron por el arco y Cipriano le ofreció el taburete para que se
pudiera sentar, posteriormente le colocó la mano justo debajo del pequeño grifo
donde le limpió la sangre y le colocó un pañuelo rodeando su mano suavemente y
con la luz rojiza del amanecer que estaba apunto de terminar, comenzaron a
hablar:
-Así que tienes que encargarte
tú de Ettore ahora ¿no? –Dijo Cipriano con la mirada seria.
-… -Eleonor suspiró- Si, así
es.
-Puedes conversar conmigo sobre
ello si quieres. No creo poder ayudarte pero intentaré subvenirte, al fin y al
cabo no hay muchas personas con las que puedas hablar en este palacio. –Justo
al terminar la frase Cipriano se mordió el labio arrepintiéndose de sus últimas
palabras.
-… - Eleonor que estaba algo
cabizbaja se determinó a levantar su rostro el cual ya estaba humedecido por
sus lagrimas- Es cierto… quizás no sea el momento justo para que transcurran
estas cosas aquí, –fue elevando el tono de voz progresivamente- no era tan
difícil esperar un poco para pedirme una decisión tan complicada, ni siquiera
sé si mi madre estaría de acuerdo con esto, es una atrocidad empezar algo así
sin ella sin que yo pueda proferirle una simple palabra ¿Qué pensara ella de
todo esto? ¿Acaso espera que ella lo sepa cuando acoja la invitación de boda
entre sus manos? ¡TODO ES TAN RUÍN!
Tras lanzar todas sus fuerzas
en sus últimas palabras Cipriano le tapó la boca con su mano mientras que su
otro brazo rodeaba su cintura.